Soy etérea, volátil e invisible. Soy una nube entre muchas otras, liviana y gris-blanca. Soy una suave brisa de verano en medio del invierno, una corriente de aire tibio que no encuentra su lugar. Soy el polen desprendido de una flor que creció torcida y con poca agua. Soy un esponjoso diente de león separado de los demás por una ráfaga tormentosa. Soy un bastón olvidado, venido a menos y un poco roto. Soy un aroma pasado de moda, un perfume que ya no se siente. Soy una mirada al pasar en el colectivo o en la calle; soy un encuentro fugaz en el tren. Soy un poema apurado escrito en una servilleta de café. Soy una amenaza de beso, de esos que no fueron pero aún así queman. Soy un mar de amor, o tal vez no. Soy zapatos gastados de tanto caminar. Soy camino; soy pasos errantes, ligeros y agigantados. Soy noches largas sin cielo, y un sol radiante que ilumina todas las hamacas y montañas rusas del mundo. Soy cañones de flores que derriban paredes de ladrillo. Soy agua que corre hacia destinos que no conoce, pero corre sin miedo. Soy pensamiento, respiración y vuelo. Soy canción de cuna, una guitarra que suena despacito pero se hace oír. Soy electricidad en el aire. Soy una mariposa que se posa en tu mano delicada cuando menos lo esperás. Soy una voz grave y rasposa que canta las mejores canciones de amor. Soy paz interior y luz salpicada de colores. Soy paredes pintarrajeadas por niños inocentes. Soy sueño apacible. Soy lluvia que repica en la ventana, mientras vos te sentás frente a una caldeante chimenea con un vaso en la mano.
Soy tranquilidad; soy alma en calma. Soy libertad.
Soy tranquilidad; soy alma en calma. Soy libertad.